El siglo XIX fue el periodo en el que México comenzó su vida como nación independiente
ANTECEDENTES
La Declaración de Independencia de los Estados Unidos, aprobada por el Congreso el 4 de julio de 1776.
La consumación de la independencia de nuestros vecinos del norte, reconocida en el Tratado de Versalles el 3 de septiembre de 1783 que había sido lograda gracias a la ayuda de Francia, que en guerra con Inglaterra había ayudado a Washington a llevar a buen término su lucha. La imagen que se divulgó de la nueva nación fue la de un país que se había liberado del absolutismo de los reyes.
El pensamiento enciclopedista de varias figuras: Voltaire, que estaba en contra del despotismo, Montesquieu, que habló de la división de poderes; Rosseau, con sus ideas relativas a los derechos y libertades del individuo y Diderot y D'Alambert, que exaltaron la prioridad y la excelencia de la razón.
La Revolución Francesa (1789-1799) que abolió los privilegios, destruyó el poder real, los parlamentos y las corporaciones e inutilizó el poder de la iglesia.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano proclamada por la Asamblea Constituyente de Francia.
La invasión napoleónica de tropas francesas que tomaron las más importantes ciudades españolas en 1808, lo que hizo que Carlos IV abdicara en favor de su hijo, el príncipe de Asturias, llamado Fernando VII. Este último no fue reconocido por Napoleón y tanto él como su padre fueron hechos presos y hubieron de renunciar al trono.
Las noticias de la situación en España llegaron a la Ciudad de México el 14 de julio de 1808. Cuatro días después, el ayuntamiento de la Nueva España, “en representación de todo el reino español” entregó el 19 de julio de 1808, al virrey Iturrigaray un pliego con los siguientes puntos: que las reales renuncias eran nulas porque fueron “arrancadas con la violencia”; que la soberanía residía en todo el reino y en particular en los cuerpos que llevaban la voz pública “quienes la conservarían para devolverla al legítimo sucesor cuando se hallase (España) libre de fuerzas extranjeras” y que, el virrey debería quedarse provisionalmente en el poder. Los oidores objetaron la representación que se arrogaron los regidores pero éstos, aparte de sostenerse en lo dicho, propusieron que se reuniera una junta de las principales autoridades de la ciudad para examinar el asunto (virrey, oidores, arzobispos, canónigos, prelados, inquisdores, etc.) lo cual ocurrió el día 9 de agosto.
El licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos, síndico del Ayuntamiento planteó la necesidad de formar un gobierno provisional y propuso desconocer las juntas peninsulares. Los oidores opinaron lo contrario, pero todos acordaron en que Iturrigaray debía seguir al frente, como lugarteniente de Fernando VII, a quienes todos juraron fidelidad el 15 de agosto.
Para entonces ya eran ostensibles los dos pareceres antagónicos: los españoles sospechaban que el Ayuntamiento aspiraba a la independencia y los criollos suponían que la Audiencia deseaba mantener la subordinación a España, aun sometida por Napoleón.
Una mañana, en los muros de la capital apareció pegado el siguiente escrito:
Abre los ojos pueblo mexicanoy aprovecha ocasión tan oportuna.Amados compatriotas, en la mano las libertades ha dispuesto la fortuna;si ahora no sacudís el yugo hispano miserables seréis sin duda alguna.
Se había iniciado el movimiento libertario que daría a México su calidad de nación soberana.
Bibliografia
La consumación de la independencia de nuestros vecinos del norte, reconocida en el Tratado de Versalles el 3 de septiembre de 1783 que había sido lograda gracias a la ayuda de Francia, que en guerra con Inglaterra había ayudado a Washington a llevar a buen término su lucha. La imagen que se divulgó de la nueva nación fue la de un país que se había liberado del absolutismo de los reyes.
El pensamiento enciclopedista de varias figuras: Voltaire, que estaba en contra del despotismo, Montesquieu, que habló de la división de poderes; Rosseau, con sus ideas relativas a los derechos y libertades del individuo y Diderot y D'Alambert, que exaltaron la prioridad y la excelencia de la razón.
La Revolución Francesa (1789-1799) que abolió los privilegios, destruyó el poder real, los parlamentos y las corporaciones e inutilizó el poder de la iglesia.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano proclamada por la Asamblea Constituyente de Francia.
La invasión napoleónica de tropas francesas que tomaron las más importantes ciudades españolas en 1808, lo que hizo que Carlos IV abdicara en favor de su hijo, el príncipe de Asturias, llamado Fernando VII. Este último no fue reconocido por Napoleón y tanto él como su padre fueron hechos presos y hubieron de renunciar al trono.
Las noticias de la situación en España llegaron a la Ciudad de México el 14 de julio de 1808. Cuatro días después, el ayuntamiento de la Nueva España, “en representación de todo el reino español” entregó el 19 de julio de 1808, al virrey Iturrigaray un pliego con los siguientes puntos: que las reales renuncias eran nulas porque fueron “arrancadas con la violencia”; que la soberanía residía en todo el reino y en particular en los cuerpos que llevaban la voz pública “quienes la conservarían para devolverla al legítimo sucesor cuando se hallase (España) libre de fuerzas extranjeras” y que, el virrey debería quedarse provisionalmente en el poder. Los oidores objetaron la representación que se arrogaron los regidores pero éstos, aparte de sostenerse en lo dicho, propusieron que se reuniera una junta de las principales autoridades de la ciudad para examinar el asunto (virrey, oidores, arzobispos, canónigos, prelados, inquisdores, etc.) lo cual ocurrió el día 9 de agosto.
El licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos, síndico del Ayuntamiento planteó la necesidad de formar un gobierno provisional y propuso desconocer las juntas peninsulares. Los oidores opinaron lo contrario, pero todos acordaron en que Iturrigaray debía seguir al frente, como lugarteniente de Fernando VII, a quienes todos juraron fidelidad el 15 de agosto.
Para entonces ya eran ostensibles los dos pareceres antagónicos: los españoles sospechaban que el Ayuntamiento aspiraba a la independencia y los criollos suponían que la Audiencia deseaba mantener la subordinación a España, aun sometida por Napoleón.
Una mañana, en los muros de la capital apareció pegado el siguiente escrito:
Abre los ojos pueblo mexicanoy aprovecha ocasión tan oportuna.Amados compatriotas, en la mano las libertades ha dispuesto la fortuna;si ahora no sacudís el yugo hispano miserables seréis sin duda alguna.
Se había iniciado el movimiento libertario que daría a México su calidad de nación soberana.
Bibliografia
Enciclopedia Encarta: tomado de:
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