viernes, julio 07, 2006


IMPRESORES DEL SIGLO XVIII

Para el siglo XVIII el numero de escritos seguían incrementándose, (Según Emma Rivas pasaban de 7,000[1]) no siendo así el total de impresores, al menos no de manera significativa. Tenemos 31 tipógrafos registrados[2] (uno más con respecto al siglo anterior). La calidad de los impresos ya no era tan notable como en siglos anteriores, así nos lo advierte Ernesto de la Torre:

En el siglo XVIII no tenemos, salvo contadas ocasiones, ejemplares tan selectos como los de la centuria anterior, varias razones influyeron en la decadencia que cayó el arte tipográfico. En el siglo XVIII en su primera mitad, fuera de algunos libros salidos de las casas de Bernardo de Hogal, como las Selectas Dissertationes de Eguiara y Eguren, quien tiene dignidad y buen gusto en su impresión, pocas obras pueden mencionarse.”[3]


A pesar de esto, el siglo XVIII vivió momentos muy trascendentes, por ejemplo el episodio de la publicación de la expulsión de los jesuitas el 25 de junio de 1767. Esta empresa fue asignada al impresor José Antonio de Hogal y el virrey en turno, Marques de Croix, lo encerró en un cuarto del palacio hasta que se resolviera el asunto del bando. Las condiciones del encargo no fueron nada fáciles ya que debía ser impreso por Hogal en persona y de filtrarse la información, el virrey se encargaría de colgarlo desde un balcón[4].

La presencia de libros extranjeros ejerció una influencia en el diseño predominante, si bien es cierto que el siglo XVIII no fue tan brillante en cuanto a belleza tipográfica, no debemos pensar que los impresores novohispanos se sentían abrumados u opacados por los trabajos franceses, ingleses o españoles como señala Enrique Fernández Ledesma hablando de la posición de los impresores locales ante los europeos[5], Si analizamos la imprenta novohispana del XVIII con criterios de belleza tipográfica es probable que coincidamos con Ledesma, sin embargo yo me inclino a verla (entre otras cosas) como un negocio del cual dependían familias enteras. Me refiero a las familias de los dueños pero también de los trabajadores, el taller tipográfico requería un personal capacitado y numeroso.
Al gunos de los mas conocidos fueron aunque no todos;

JUAN IGNACIO MARÍA DECASTORENA Y URSÚA Y GOYENECHE
(1688 – 1733)

Juan Ignacio María de Castorena y Ursúa y Goyeneche nació en la ciudad de Zacatecas y murió en Mérida, Yucatán. Doctor en derecho canónico por la Real y Pontificia Universidad de México y en teología por la de Ávila, España En la Real y Pontificia ocupó diversos cargos, desde profesor hasta rector (1702-03); fue catedrático por 20 años de sagrada escritura; además, ocupó los cargos de canónigo, chantre, inquisidor ordinario, abad de San Pedro, capellán y predicador del rey. Reconocido amigo y admirador de Sor Juana Inés de la Cruz, el cual defendió el derecho de ésta a cultivar la literatura.

A la muerte de Sor Juana, estando él en España, hizo publicar una obra de ella. Castorena y Ursúa fundó la Gaceta de México, publicación mensual de información general, que debido a sus características es considerado el primer periódico que apareció en la Nueva España; se publicó tan sólo de enero a junio de 1722, suspendió su circulación a causa de críticas y calumnias, fue impreso por los herederos de Miguel Rivera Calderón. En consecuencia, a Castorena se le identifica como el primer periodista mexicano. En la Gaceta Castorena resaltó los valores novohispanos y dio inicio a un incipiente nacionalismo. Escribió también una veintena de obras con temas religiosos, entre las cuales están: El Abraham académico
(1696) y México plausible. Historia de las demostraciones de júbilo con que la Catedral de México celebró las victorias del señor Felipe V de Brihuega y Villaviciosa (1711), por mencionar algunas.

JOSÉ BERNARDO DE
HOGAL, IMPRESOR
Al hablar de don José Antonio de Hogal tuvimos ocasión de decir que Gerardo Flores Coronado estuvo empleado en la administración de correos de México desde 1774 y que fue procesado por falsedad en el ejercicio de su cargo. Su profesión, propiamente, era la de abridor de láminas, pero deseando establecer también imprenta, recurrió en demanda de la respectiva licencia, la cual estuvo sujeta a igual tramitación que la que se dio a la de D. José Francisco Dimas Rangel, de que luego hablaremos. En el hecho anduvo más afortunado que aquél en sus gestiones, pues, después de haber abierto algunos abecedarios, logró del director de Correos, a cuyas órdenes servía, que le concediese la impresión de las facturas que se necesitaban, y después de unos cuantos informes de pura fórmula, el Virrey, en 1º de octubre de 1783, le despachó licencia para abrir imprenta, la que estuvo situada en la calle de las Escalerillas. De esa imprenta sólo nos han quedado tres muestras: la primera del año 1786, la segunda de 1788 y la tercera de 1791.
Hemos dado cuenta también de sus gestiones para obtener la impresión de los billetes de lotería hechas en ese último año y de cómo fue preferida la propuesta de Hogal. Y nada más sabemos de la carrera tipográfica de tan curioso impresor mexicano.
Hemos dado cuenta también de sus gestiones para obtener la impresión de los billetes de lotería hechas en ese último año y de cómo fue preferida la propuesta de Hogal. Y nada más sabemos de la carrera tipográfica de tan curioso impresor mexicano


JOSÉ ANTONIO ALZATE Y RAMÍREZ
(1737 – 1799)



Figura cimera de la intelectualidad novohispana del Siglo XVIII, José Antonio Alzate y Ramírez, nació
en Ozumba y murió en 1799 en la Ciudad de México. Fue pariente lejano de Sor Juana Inés de la Cruz; en el Colegio de San Ildefonso se graduó de bachiller en artes, llegando a ser presbítero en
1756.

Desde joven mostró una marcada inclinación por las ciencias, dedicando gran parte de sus energías a la física, matemáticas, astronomía y ciencias naturales, pero ante todo fue un educador. Formó una vasta biblioteca con obras seleccionadas sobre todo en los campos de su interés, no sólo con libros, sino reuniendo objetos arqueológicos y del mundo natural; siguiendo la influencia francesa, montó un gabinete para observaciones matemático – astronómicas que para su tiempo era muy adelantado, así fue dando a conocer los resultados de sus exploraciones en los campos de labor en sitios arqueológicos. Como a todo ser con ideas innovadoras, alejadas del rígido dogmatismo novohispano que aún tenía fuertes tintes medievales, le surgieron muchos detractores y no pocos enemigos; nada lo desalentó, ni aún la perdida en el fuego de parte importante de sus aparatos y escritos.

Así, en 1768 empieza a publicar el Diario literario de México, para dar a conocer noticias de tipo científico, literario y de interés general sobre el reino de la Nueva España; este periódico se mantuvo hasta 1772.

Notable es su labor de edición. Aparte del Diario, dio a la estampa Observaciones sobre la Física, Historia Natural y Artes Útiles, renombradas luego como la Gazeta de Literatura de México, que circuló entre 1790 y 1792; otra publicación periódica debida a su mano y mente fue Asuntos varios sobre ciencias y artes, así como Observaciones meteorológicas (1769); Método de sembrar, podar, trasplantar y sacar fruto de las moreras para la cría de gusanos de seda (1793); muchas de sus producciones nunca se imprimieron y son valiosos manuscritos, como es el caso de Memoria sobre el uso del álcali volátil para desvanecer el gas mefítico en las minas (1777).

JOSÉ FRANCISCO DIMAS RANGEL
(1787-1789)
En el último cuarto del siglo XVIII vivieron en México el clérigo don Francisco Mariano Rangel y Alcaraz y el doctor don Pedro Rangel Alcaraz, cuyos nombres hemos tenido ocasión de apuntar en esta Bibliografía.
Don José Francisco Dimas Rangel, que posiblemente sería deudo de los dos personajes de su apellido que dejamos indicados, era natural de México, según afirma Beristain.
En 1784 se presentó al Virrey, exponiendo que con su industria había logrado hacer porción de letras de imprenta, con el fin de atender a la subsistencia de su «infeliz familia». Ponderaba las ventajas de su trabajo, y concluía por suplicar que, conforme a lo establecido por las leyes, se le otorgase licencia para «poner una oficina de imprenta». Dada vista de la solicitud al fiscal, opinó que debía pedirse informe al director de la Academia de San Carlos, que lo era entonces el famoso grabador don Jerónimo Antonio Gil. Agregose al expediente otro sobre igual solicitud presentada por don Gerardo Flores Coronado, y aún se habló de un tercero, promovido por don Juan Martínez de Soria.
En esta conformidad, dijo Gil, evacuando su informe: «He visto los moldes, punzones y matrices que ha fabricado don Francisco Rangel, y digo que para no haber tenido enseñanza ni dirección alguna en el arte tan útil y necesario en esta imperial ciudad y todo el reino, me parece le otorgue V. A. lo que pide dicho Rangel. Le ha bastado el haber visto tres o cuatro veces que ha venido á mi oficina á ver las máquinas y utensilios de que se compone este arte de fundir y lo ha imitado muy bien y lo irá mejorando con la práctica».
Vuelto el expediente al Fiscal, pidió entonces que por su parte informasen los impresores don José de Hogal y don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, como peritos, manifestando si hallaban algún inconveniente en dicha pretensión, «extendiéndose á expresar el pié y arreglo en que está el Arte de la Prensa».
Largos e interesantes en extremo fueron los informes de estos impresores, y por lo tocante a Rangel, al mismo tiempo que aprobaban su persona y elogiaban su talento, temían que no llegase a lograr mantener una verdadera imprenta y que, así, más bien se perjudicase el público y ellos los primeros.
D. José Antonio de Hogal, el impresor de Palacio, como sabemos, con ese motivo calificó a Rangel de «sujeto de tan notoria habilidad, que nadie puede negar, decía, la aplicación con que se ha dedicado á dar á el público [208] obras de su mano, tan perfectamente ejecutadas, que han merecido el aplauso de todos los inteligentes, en su ejercicio de relojero, y en otros de igual prolijidad y delicadeza, ha manifestado su instrucción y rara habilidad. El motivo que tuvo para dedicarse á la fundición de caracteres de imprenta, fué sólo el haber visto los caracteres que yo hice para el uso de la Real Lotería, con cuyo estímulo comenzó á trabajar, y lo ha conseguido con tanta perfección, que he visto en su casa abundante número de punzones y matrices hechos de su mano para todas castas de letras; de modo que, dándole á su mérito el lugar que merece, será utilísimo para el público y para los impresores el que este sujeto se numere por uno de ellos, por lo que puede contribuir por su aplicación y habilidad notoria á el adelantamiento de este nobilísimo arte».
Con su vista, el Fiscal fue de opinión que se concediese a Rangel licencia para establecer la imprenta, con expresa calidad que, dentro del término que se le señalase, trajese imprenta de España, o, lo que tanto importa, saliéndose por la tangente, que perdiese su trabajo y cesase en su laudable empeño. Y a renglón seguido añadía: «y porque la fábrica de estos punzones ha sido siempre en España, y en esta parte puede sentir perjuicio su comercio», que se diese cuenta al Rey para que resolviese «si se había de permitir en estos reinos la fundición de punzones y letras de imprentas, o se ha de traer precisamente de España».
De acuerdo con lo dictaminado por el Fiscal, el Virrey dio cuenta al Monarca, en 27 de mayo de 1785, exponiendo los hechos que dejamos recordados y concluyendo por hacer la consulta, así en cuanto a la aprobación de la gracia concedida a Rangel, «como en cuanto á si en tal caso es necesario que traiga de España la letra y todos los demás utensilios para la imprenta».
Tramitado el negocio en el Consejo de Indias, «ha resuelto S. M., decía la real orden del caso, de 23 de Septiembre de 1786, que, así los referidos, como cualesquiera otros impresores de ese reino, hagan conducir de éstos las letras y demás utensilios que necesiten para sus imprentas».
Por fortuna para Rangel, en México acababa de resolverse otra cosa, pues, en 10 de mayo, de ese mismo año, obtuvo la licencia que pretendía y con efecto empieza a figurar como impresor en los primeros meses de 1787, hasta cuya fecha estuvo probablemente ocupado en fundir los caracteres que habían de servirle para su imprenta, la cual estableció en su misma oficina de relojería, ubicada en el Puente de Palacio; pero permaneció en funciones sólo hasta 1789, fecha en que tenía su taller en el Portal de Mercaderes, y trabajó tan poco que no se conocen sino seis obras tipográficas de su mano, contando entre ellas un opúsculo suyo, impresas todas con caracteres fabricados por él.
Sea por falta de clientela o ya porque sus ocupaciones de relojero y fundidor le resultasen más lucrativas, el hecho es que cesa en sus tareas de impresor en 1789, como decíamos, afirmación que hacemos en vista de que, fuera de no conocerse ningún trabajo tipográfico suyo posterior, en ese mismo año aparece por la Imprenta de los Herederos de Jáuregui su Discurso físico sobre la formación de las auroras boreales, cosa que no es probable aconteciera si hubiese conservado hasta ese entonces su propio taller.
En 1791, dio a luz su Impugnación del sistema de la formación de las auroras boreales de don Antonio León y Gama.
Aún vivía en mayo de 1814, y se ocupaba con todo éxito en el grabado y fundición de letras de imprenta.


HEREDEROS DE FELIPE DE ZÚÑIGA
(1793-1795)
Muerto don Felipe de Zúñiga y Ontiveros en la segunda mitad del año de 1793, según queda dicho, continuó su imprenta bajo el nombre de sus herederos, sin interrupción alguna, según parece, cosa que se explica muy bien cuando sabemos que su hijo don Mariano de Zúñiga tenía a su cargo desde tiempo atrás casi todo el trabajo y manejo del taller; pero sin duda no sería este el único heredero cuando, sin contar el hecho mismo de que el establecimiento no entrase a figurar desde luego con su nombre, existe un impreso de 1794, cuyo autor era el impresor don Mariano, en que expresamente se declara que salió de la oficina de los herederos de don Felipe de Zúñiga y Ontiveros.
Continuó la imprenta bajo esa firma hasta el mes de abril o mayo de 1795, en que pasó a ser de propiedad de don Mariano de Zúñiga y Ontiveros, y permaneció radicada en la calle del Espíritu Santo.



MARIANO JOSÉ DE ZÚÑIGA Y ONTIVEROS
(1795-1825)
Don Mariano José de Zúñiga y Ontiveros entró a suceder a su padre don Felipe de Zúñiga y Ontiveros en la propiedad de la imprenta, como le sucedió también en la redacción de la Guía de forasteros y del Calendario, cuyo privilegio pasó a ser suyo junto con la propiedad del taller tipográfico, y de que años más adelante se aprovechó haciéndolo extensivo a los que se necesitaban para la Puebla de los Angeles.
Para la dirección de éste estaba ya instruido en el arte desde tiempo atrás, y para la redacción de aquellos opúsculos y del Pronóstico de temporales le abonaban las enseñanzas de su padre y el título de «agrimensor titulado por S. M.» con que se hallaba decorado no sabemos desde cuándo, pero ciertamente en 1795.
Su labor tipográfica fue considerable, habiendo tenido a su cargo la impresión del Diario de México desde mediados de 1809 hasta su conclusión en 1812, y de su taller salieron, además, una multitud de opúsculos ascéticos y políticos y muchas, si no casi todas, las tesis de los graduandos en la Universidad. En los últimos años (1820) su imprenta era la del Superior Gobierno.
Su actuación como impresor pasa de los límites de la presente bibliografía. Conocemos trabajos publicados en su taller en 1823, y por su testamentaria en 1826. Creemos por esto que su muerte ocurriría en 1825
MARÍA FERNÁNDEZ DE JÁUREGUI
(1800-1815)

Por fallecimiento de don José Fernández de Jáuregui en fines de 1800, la imprenta que fue suya pasó a poder de doña María Fernández de Jáuregui, porque si bien hasta 1803 las portadas de los trabajos en ella impresos llevan de ordinario simplemente la nota de haber salido de la Oficina de la calle de Santo Domingo, existe uno de 1801 en que aparece ya con su nombre. Esta suscripción así en general desaparece ya definitivamente, como advertimos, en 1803, y la imprenta se llama desde entonces de propiedad de doña María Fernández de Jáuregui .


No nos es posible afirmar si sería o no hermana, como parece indicarlo la identidad de sus apellidos, pero no resultaría por ello aventurado creer que en efecto lo fuese y que, a título de tal, entrara doña María en posesión de la imprenta.
La señora Fernández de Jáuregui se manifestó como una mujer de trabajo y emprendedora. Sin contar con los numerosos opúsculos, y aún impresos de cierta extensión, que salieron de su taller, debemos recordar aquí que siguió también a cargo de los oficios de santos, de los cuales era titular su imprenta, e imprimió el Diario de México durante los años de 1805-1806, y los dos primeros tomos de 1812-1813 del mismo Diario en su segunda época. Tenía también anexa a él una tienda de librería.
El taller permaneció siempre ubicado en su antiguo local de la calle de Santo Domingo hasta el fallecimiento de su última propietaria, ocurrido en fines de 1815. Continuó todavía abierto durante más de un año, con la simple designación de «Imprenta de la calle de Santo Domingo», hasta que a mediados de 1817 lo adquirió don Alejandro Valdés, que se trasladó al local que ocupaba con el material tipográfico que hasta entonces había tenido en la calle de Zuleta.
JUAN BAUTISTA DE ARIZPE
(1807-1814) (1817-1821)
Son bastante precisos los datos de que disponemos para determinar la fecha en que don Juan Bautista de Arizpe inicia y concluye sus trabajos tipográficos. Así, sabemos que comenzó a imprimir el Diario de México el 1º de mayo de 1807, establecido en la primera calle de la Monterilla, y que por «contrato especial» el taller pasó a figurar a nombre de don José María Benavente en los primeros días de enero de 1814.
Arizpe había sucedido a doña María Fernández de Jáuregui en la impresión del Diario y la tuvo a su cargo hasta concluir el primer semestre de 1809, y en enero del siguiente año emprendió la de la Gazeta del Gobierno, que conservó hasta que traspasó la Imprenta, alcanzando a dar a luz cinco tomos de aquella publicación.
Esto por lo que toca al primer período en que Arizpe tuvo imprenta.
Expirado el contrato especial que había celebrado con Benavente, que no sabemos si fuera de arrendamiento o compraventa, ya por haberse enterado el plazo, o ya porque el comprador no cumpliese con lo pactado, es lo cierto que el taller volvió de nuevo a su poder en el mes de febrero de 1817, esto es, al cabo de tres años y unos cuantos días. El taller estuvo esta segunda vez en su mismo antiguo local de la primera calle de la Monterilla y continuó en funciones durante todo el período que abarca la presente bibliografía.
Tenemos por las mejores de sus obras tipográficas el Pasatiempo militar de Bayón (n. 10610) y la Destreza del sable de Frías.
MANUEL ANTONIO VALDÉS
(1808-1814)

Manuel Antonio Valdés y Munguía nació en México el 17 de julio de 1742. En 1764, esto es, cuando contaba veintidós años, le encontramos como impresor del Real y Más Antiguo Colegio de San Ildefonso, establecimiento que cesó de funcionar en 1767 con motivo de la expulsión de la Compañía de Jesús.
Desde luego, es difícil de creer que en aquellos tiempos hubiera podido cambiar de la noche a la mañana la profesión que había abrazado, y, en efecto, existen antecedentes que prueban que el joven impresor de los jesuitas siguió ejerciendo el arte de imprimir en un establecimiento tipográfico de los que por ese entonces tenían abiertas sus puertas en México. Y ese establecimiento no debió ser otro que el de don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, si consideramos que en cuantos libros figura el nombre de Valdés, ya como impresor o editor, todos aparecen impresos en aquel taller. Así, por ejemplo, El llanto de México, publicado en 1775, lleva entre sus preliminares la licencia del Ordinario a Valdés para que pueda imprimir el libro, que salió de casa de Zúñiga. Otro tanto sucede con la Suma moral de Ferrer, impresa también en casa de Zúñiga, en 1778, con la particularidad de que en ese documento se le concede privilegio para que «ningún otro impresor lo pudiese ejecutar». En el Bosquejo del heroísmo de Bucareli, que es de 1779, se intitula él mismo «impresor de esta Corte», y el libro sale igualmente de casa de Zúñiga. Y como en estos casos, en varios otros en los cuales se notan la doble circunstancia del carácter de impresor de Valdés y de que los libros en que figura su nombre aparecen todos publicados en aquel taller. Puede aun afirmarse que después del fallecimiento de don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, Valdés seguía acompañando al hijo de éste, don Mariano José, y que con él debió permanecer hasta que, allá por el mes de octubre de 1808, se estableció con imprenta propia en la calle de Zuleta, según podrá verse en la portada de la Oración de Díaz Calbillo.
No se sabe, las condiciones en que Valdés trabajo en casa de Zúñiga y Ontiveros, padre e hijo, y si las obras que editó fueron o no, en todo o en parte, de su propia cuenta o en compañía con sus patrones o socios.
Hay un hecho curioso, sin embargo, que demuestra que, si estaba en aquella casa, debió ser en condiciones ventajosas para él. Me refiero a que Valdés encargó a Madrid una imprenta en 1792, precisamente en los días que precedieron a la muerte de don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, pero no para sí, ni para México, sino para que con ella se estableciese en Guadalajara, donde aún no se conocía el arte tipográfico.

Posiblemente Valdés habría continuado en los mismos términos que hasta entonces, si a fines de 1807 su hijo radicado en Guadalajara no hubiese caído tan gravemente enfermo, que se vio en el caso de hacerlo llevar con su familia a la capital, y poco después, según parece, la imprenta que había comprado para él, circunstancias que le pusieron en el caso de abrirla allí de su propia cuenta. Tal sería el origen de su salida de casa de Zúñiga y de la fundación del taller, que desde octubre de 1808, por lo que comenzó a figurar con su nombre
Pocos fueron los trabajos que realizó con él, pues no pasaron tal vez de cinco durante el año de 1809, habiendo continuado en funciones hasta que falleció el 8 de abril de 1814.
Debe advertirse que el Consejo de Regencia, por real orden de 30 de noviembre de 1810 concedió a Valdés los honores de impresor de cámara que cuidó siempre, como era natural, desde que ese título le llegó a México, en principios de 1811, de estampar en las portadas de las obras que salieron de su taller, y que en su tiempo gozó de la reputación de haber sido uno de los mejores y más exactos impresores que tuvo México.
Pero la persona de Valdés merece llamar la atención, no sólo como impresor, sino también como literato. Se le calificaba de «bien instruido en las bellas letras» y en comprobación de su aserto cita no menos de doce obras suyas.

El mérito y la labor de Valdés no están ni deben buscarse, en concepto nuestro, en sus opúsculos, sino en la redacción y publicación de las Gazetas de México, que inició en principios de 1784. En el lugar correspondiente se verá la intervención que cupo a nuestro impresor en esa tarea magna para aquellos tiempos y cómo, en 1810, a pesar de sus protestas, el virrey Lizana, calificándole, en nota a la corte, de anciano impresor, destituido de los conocimientos necesarios para la dirección de la Gazeta, se la quita para dársela al Licenciado Noriega: medida que, en el fondo, obedecía más que a eso, a que Valdés se había asociado para la redacción de aquella hoja a don Juan López Cancelada, caído entonces en desgracia ante el concepto palaciego.
Nos resta todavía que decir para terminar este bosquejo de la persona de Valdés, que, no contento con abarcar las tareas de impresor, las de diarista y autor de obras en prosa y verso, en 1793 se hizo empresario de coches, con las condiciones y privilegios establecidos en el bando de 6 de agosto de aquel año.


[1] RIVAS, Emma, “Impresores y mercaderes de libros en la Ciudad de México, siglo XVII”. p 71, p 76.
[2] DE LA TORRE, Villar, Ernesto, Breve historia del libro en México, UNAM, Coordinación de Humanidades, México, 1987, p. 67.
[3] Idem. p 70.
[4] MEDINA, La imprenta en la Puebla de los Ángeles, 1640-1821, UNAM, México, 1991, 823 p.
[5] FERNÁNDEZ, Ledesma, Enrique, Historia crítica de la tipografía en la Ciudad de México,UNAM, México, 1991, p 35.

1 comentario:

Manuel Suarez dijo...

Hola, oye es muy buena tu información, deberías darle crédito al autor de esa tesis o de menos no pongas literal los párrafos.
ATTE Manuel Suárez Rivera
Maestro en historia por la UNAM y autor de la tesis que plagiaste
(Checa en la base de datos de la UNAM de tesis la tesis "Felipe y mariano de Zúñiga y Ontiveros. Impresores ilustrados y empresarios culturales" noviembre de 2005, en las páginas 14, 15 y 16 y 68 en adelante)